IV Maratón de los Hayedos 2013 / Opiniones de participantes

Opiniones

Opiniones de participantes en la Maratón de los Hayedos


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Domingo 5 de junio de 2011. BTT Maratón de los Hayedos. "Esta sí que es dura..."



Y la última prueba programada para nuestra primavera ciclista, el II Maratón de los Hayedos, en Arnedo de La Rioja. No se qué cosa nos ha dado este año de apuntarnos a venga pruebas de BTT, pero nos sirven de excusa para viajar, conocer nuevos sitios y pasar un buen fin de semana de amigueo, y si además los palizones nos sirven para mejorar la forma, pues mejor.

La pinta de la prueba era dura, el Soplao tiene más kilómetros totales y más subida acumulada, pero aquí lo duro está más concentrado (3.350 mts en 112 kms), y el perfil te lo deja muy claro, así que nadie puede decir que viniera engañado. Voluntarios para el sacrificio esta vez cuatro: Nico, Rafa, Juan Manuel y yo. Las fechas quedaban esta vez algo ajustadas, pero nos apuntamos atraídos por varias cosas: la pinta tan exigente del recorrido, conocer un poco más La Rioja (que es mi región), ir a los numerosos y baratísimos outlets de Arnedo (de ropa de montaña, de calzado…), y pillar los regalos que te daban solo por inscribirte: unas zapatillas de trekking y otras de andar por casa diseñadas y hechas en Arnedo (la ciudad del calzado). Solo eso ya justificaba pagar los 30EUR de la inscripción. Además uno de los organizadores, Tinín (excliclista de pro) es amigo de mi hermano y nos convenció, no nos arrepentimos.

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Salimos los cuatro en la furgo de Juan Manuel el sábado a mediodía, la mayoría ya comidos, el de la rama del comercio tuvo que comer gran bocadillo en el propio coche, teníamos la agenda muy apretada y no se podía parar. El viaje bien (¡lo que corre la VW!), de charleta, turnándonos en el volante pasamos Medinaceli, donde subimos a tomar un helado de mantecado de los de antes, de mantequilla, luego Soria y luego Garray, el pueblo solar del ex infante Marichalar, y ya torciendo hacia el puerto de Oncala por la famosa Ruta de los Dinosaurios, en cada pueblo hay un yacimiento de huellas, pero no teníamos tiempo para ir parando a mirarlas. Primera parada programada en Yanguas para conocer este pueblo monumental, hay casonas y escudos de la época dorada de la industria lanera, hoy lo tienen bastante conservado y en restauración permanente. En el atrio de la iglesia, cerrada por obras, una curiosa cruz de 1753 "CONTRA JURADORES Y MALDIZIENTES", blasfemar esta feo, pero hacerlo en el atrio de la iglesia es para matarte.

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Un rato más por esa retorcida carretera que va junto al río y llegada a destino, el hotel Marrodán, en Arnedillo, pueblo de fuentes termales y balneario. Tomamos posesión de las habitaciones, dignas y limpias pero sin tele ni lamparita de mesa, el hotel con decoración un tanto kitsch pero muy bien situado junto al río y muy barato. Rápidamente salimos para Arnedo a recoger los dorsales y los regalos, están instalados en el polideportivo junto al río Cidacos y todo está bien organizado: sitio para aparcar, agilidad en la entrega, muchos voluntarios entregando zapatillas y descambiando las que no te valen, resolvemos rápido y salimos cada uno con dos cajas bajo el brazo, saludo a mi hermano y su mujer que están tomando una cerveza en el parque y nos acercamos al polígono de Arnedo a pasar el resto de la tarde curioseando en los outlets. Los precios son estupendos (-50%), pero solo Juan Manuel aprovecha para pillar unos pantalones de montaña, Rafa un queso de cabra, y yo una caja de los famosos fardelejos de Arnedo. Se ha puesto a caer una fuerte lluvia, mañana lo pagaremos en barro, y se ha hecho la hora de cenar así que nos volvemos a Arnedillo y cenamos según lo previsto en la casa La Petra, un restaurante excavado en cuevas, como muchas bodegas, palomares, almacenes y garajes de la zona. Nos damos también un agradable paseo de anochecer por la Vía Verde, el recorrido del antiguo tren minero.

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Y después de una tarde tan intensa nos vamos a la cama, a dormir para estar descansados mañana, o a intentarlo, con desigual fortuna. No quiero entrar en detalles, solo diré que mi compañero de habitación, quienquiera que sea, ronca agónicamente, así que solo dormí a ratitos. Cuando harto de dar vueltas me levanté al baño, me dijo: caray Roberto, te pasa como a mí, estamos desvelados...

Y amanece el gran día de la paliza, el domingo 5 de junio, recogemos todo y bajamos a desayunar al bar, gran baguette con mucha mantequilla y mermelada, zumo de naranja, pagamos (poco más de 100 € entre los cuatro) y nos bajamos al lugar de salida, ahora sí hay bastantes coches y furgonetas y gente que monta bicis y va despacio hasta la pancarta. Aquí, como en todas las pruebas de este tipo, la gente hace patria y presume en la camiseta de su región, hay a nuestro lado un nutrido grupo de Olite, son como diez. Yo repito con el maillot de El Soplao. El nivel de los ciclistas parece alto, mucho buen material y piernas depiladas, cero barrigas, esta prueba tampoco es competitiva (no llevamos chip), pero la dureza del recorrido desanima a los flojillos, como digo, gran nivel. Desde el principio se distingue a los de la prueba "larga" (112 kms) de los de la "corta" (45 kms), estos segundos llevan en el dorsal una pegatina naranja que no es oprobio, ya se verá que también es muy dura.

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Dan las 8,30 y salimos todos (esta vez a ruido de cohete), como siempre nosotros nos quedamos atrás para evitar los empujones y metidas de rueda, aunque la cosa no sea competitiva los gallos del pelotón llevan la competición en la sangre y no se pueden cortar. Un rato por la avenida principal, callejeo y salida por la trasera alta del pueblo, que está apoyado en la falda de una meseta, en este barrio aún hay tractores y corrales de ovejas, varios rampones de hormigón que te rompen las piernas en frío y salida a los campos altos, allí nos despedimos de Arnedo entre bruma y empezamos a circular por las pistas arcillosas: viñedo, olivar, almendros (para hacer los fardelejos), todo con la sierra al fondo, vamos más o menos juntos pero pronto nos iremos separando cuando comiencen las cuestas.

Y enseguida comienzan, si vas a hacer 3.500 de subida tienes que empezar pronto, remontamos unas altas colinas repobladas de pinitos, la pendiente es acusada pero llevadera cuando vas todavía fresco. Se oyen fuertes balidos, de lo más alto baja corriendo por la ladera un gran rebaño de cabras y ovejas, de esas tetas salió el queso que compró Rafa, hago la foto porque el contraste está divertido: un rebaño quiere estar abajo y el otro (el de ciclistas) quiere estar arriba. Acabamos la remontada y arriba del todo están los voluntarios y una ambulancia, un poco pronto parece para que nos de el ataque, pero mejor ser previsores.

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Pasamos por el primer pueblito, Carbonera, hay allí unas paisanas de lo más entusiastas que aplauden, y nos vamos internando en sierras más salvajes, ya no hay casas ni cultivos, solo monte, y se van sucediendo los estratos vegetales propios de cada altura: matorral, luego pino, luego encina, luego roble y finalmente entramos en el hayedo. Debo confesar que no me creía yo mucho esto de los hayedos que dan nombre a la prueba, no me parecía la Rioja Baja tierra propia para este bosque tan húmedo y norteño, pero el hayedo en el que entramos es muy espeso y verde, y la mancha dura varios kilómetros. Todo el mundo nos ha prevenido: los primeros 25 kms., hasta el avituallamiento, son muy duros, de lo peor de la prueba, y no me parece mala táctica: si al final te vas a retirar mejor que te ahorres perder el tiempo y el aliento, mejor empiezas ya calentito y tomas tus decisiones.

Voy un rato con un chaval de Fuenlabrada con muy buena pinta pero que sube muy trabado, se queja de que ha equivocado el material, ha puesto un 33 como plato más grande, dice que no sabía que la prueba fuera tan dura, está claro que este hombre no terminará. Pasamos el robledal y entramos de lleno en el hayedo, vaya contraste con el camino que traíamos. Cuando uno se imagina un bosque piensa siempre en un hayedo: muy espeso, sombrío y húmedo, silencioso, el suelo alfombrado de hojas, algunos grandes troncos retorcidos, este es de los típicos y está muy bien conservado. El camino se empina a veces hasta el 20% y las chaparradas de ayer lo han dejado pesado y barroso, tenemos más de tres kilómetros de apretar los dientes y los pedales, bajar la cabeza y mirar la rueda delantera, gay el que se baje. Tras ese largo tramo de sufrimiento el bosque se abre y salimos a las praderas alpinas por encima de los 1.500 metros, allí está el avituallamiento, menos mal, hay de todo para comer y beber, y la gente muy amable y con ganas de ayudar hasta te rellena el Camel.

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Aquí se separan definitivamente la ruta larga y la corta, los cortos ya han acabado lo duro y se van para abajo, a los largos les queda un mundo por delante. Algunos miembros de la organización ofrecen pegatinas naranjas por si te apuntaste a la larga y ahora te arrepientes, ¡vete de mí, tentación!, muchos toman la pegatina y se la ponen que el año pasado casi me muero, "que me estoy viendo muy flojo", nosotros acabamos de comer y pasando de pegatinas enfilamos el camino largo y duro, como dice la Biblia que hay que hacer. Hace rato que no veo a Nico ni a Juan Manuel, no llegan, luego me enteré de que Nico ha tenido la más extraña avería, el cambio se ha pasado de tope y se ha volteado, se pasará el resto de la prueba entreteniendo a mecánicos y cerrando la marcha acompañado del quad, pero llegará.

Un rato más de subida por pinares y desembocamos en la línea de vertientes, en lo más alto de la sierra, allí vemos las primeras turbinas (aerogeneradores) vulgarmente molinos. Los primeros te impresionan: enormes, inmensos, al pasar junto a la base se oye un rumor sordo y vibrante, como si llevaran dentro un infierno eléctrico. A partir de este momento veremos tantos que llegaremos a odiarlos, porque ya casi toda la ruta va por la cresta de la sierra, y por los caminos de servicio de los molinos. Dejamos la cresta y enfilamos una bajada peligrosa, hay gente de la organización para advertirte: cuidado, no correr mucho, siempre por la izquierda. Yo con mi prudente bajar, las responsabilidades y el material que llevo no me dejan ir más rápido, aquí pierdo mucho de lo ganado en la subida y me alcanzan varios ciclistas a los que pasé en el hayedo, un guipuzcoano en especial que se quejaba de calambres baja aquí a tumba abierta, lleva una bici tipo "all mountain" con enormes suspensiones. En toda la prueba me irá ocurriendo esto, y a Juan Manuel y Nico también: ganar en la subida, perder en la bajada, los compañeros que van haciendo esto no tienen complejo alguno, es lo que se llama hacer la goma, pero con estilo.

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Entrada en el pueblo de San Vicente de Robres, tres generaciones nos animan al borde del camino, quiero decir, un vejete, su hija y su nieta, no debe de haber mucha más gente allí. Es el primero de los pueblos del interior de la sierra, unos con poca gente, otros ya abandonados, preciosos todos y bien integrados en el paisaje, aunque un tanto melancólicos. Salimos por la carreterilla y seguimos un buen rato rodando por asfalto, la zona se parece ya muchísimo a las "zonas del interior" de Guadalajara donde vamos muchas veces: grandes colinas con estratos de piedra a la vista, pinos de repoblación y en el fondo de los valles pequeños ríos con soto verde, y poca, poquísima gente. Subiendo y subiendo por la carreterilla avistamos el pueblo de Lasanta, este ya completamente abandonado, con su iglesia de gran espadaña y sus casas apretadas en la colina hechas en materiales de la zona y sin encalar, el conjunto es muy armónico e integrado en el paisaje, pero las ventanas negras y vacías le dan un aire muy triste. Doscientos ciclistas en 112km dan para muy poco, así que a veces pasas largos ratos pedaleando solo y te sientes solo, ¡Holaaaaa! ¿algún cristiano por ahííí?. Me imagino perfectamente cómo debía sentirse el último habitante de Lasanta. Para entretener el rato mejor ir con gente, así que si ves alguien delante aprietas pedal, y si sientes alguien detrás refrenas la marcha, y así logramos formar un grupetto de cuatro, ya nos iremos viendo casi hasta el final de la prueba.

Segundo avituallamiento en lo alto de la sierra y debajo de más molinos, de nuevo cinco o seis voluntarios que animan, vamos a comer un poco. Mientras estamos en ello baja en dirección contraria uno a toda velocidad y con pegatina verde en el dorsal, eso significa que ya ha pasado por el punto de control y vuelve, el efecto óptico te hace pensar que sólo es llegar hasta el final de los molinos y dar la vuelta por detrás, iluso, este avituallamiento en el que estamos es el segundo, pero también el tercero, volveremos a verlo cuando hayamos pasado otros treinta kilómetros de sufrimiento. En ese momento se pone a llover fuerte y seguimos la marcha con los chubasqueros puestos. Empezamos el cresteo sin fin, sube y baja, y venga molinos por todos lados, como dice Nico te hace odiar las energías renovables, viva el petróleo.

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En esa fase entro en mi mal momento del día, no puede faltar, el cuerpo se queja del esfuerzo esta vez en forma de sonoros retortijones y ganas apremiantes de perderme por ahí a soltar lastre. Cinco kilómetros para decidirme a hacerlo, otros cinco para elegir sitio, y al final me veo en mitad de un pinar, desnudo (no te puedes bajar los tirantes sin quitar el maillot), agachado y con cien moscas volándome alrededor de la cabeza atraídas por el sudor, es el momento miseria total. Un esfuerzo y de repente las moscas desaparecen de mi cabeza, han cambiado de objetivo, vaya regalo hermanas, ahí os dejo eso para que os quedéis entretenidas.

Llegamos al segundo hayedo, en este el camino es horizontal, pero por ello el agua se ha embalsado y empezamos con la pesadilla del barro, salpicas, entras en charcos profundos con el agua hasta el pedalier, acabas con costra como una varita Pescanova. Enfilamos una estrechísima bajada por hayedos junto al río, circulamos sobre pasta de barro a toda velocidad, la rueda delantera flota en el cieno y vas de lado a lado sin poder tocar el freno, pero cuando creo que voy rapidísimo y al borde la caída me adelanta el de San Sebastián a triple velocidad que yo y sin tocar freno, va gritando y creo que fuera de control, pero llegará abajo sin caerse.

Salimos a un cauce seco y lleno de cantos rodados, entramos en la carreterita y la dura opción: a la derecha, nueva vía de retirada, a la izquierda, comienzo del nuevo puerto, delante de mí un grupo de cinco perfectamente uniformados de negro y rojo han decidido tomar discretamente la derecha, yo sigo por la izquierda y empiezo a subir nuevo puerto, ni sé cuántos van ya, las piernas van solas. De nuevo vamos los cuatro en compañía, el de Sanse, uno de Olite, otro riojano y yo, mariquitas, qué rápido bajabais y cómo sufrís ahora. La carretera llega arriba y al bajar, en una curva, pequeño punto de líquidos y sobre todo control de paso, ahí adquirimos nuestra pegatina verde y nos ganamos el derecho a sacar pecho. Es curioso, voy mucho más embarrado que el resto, como bajo lento lo que otros salpican detrás yo lo salpico a la pierna, el de la organización me tira esta foto, la ducha tendrá que ser con espátula.

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Ya llega el tramo de carretera final con muchos más molinos, yo debo llevar una china en el pedalier porque la bici va aullando como cama vieja, pero no puedo pararme a revisarla, solo quiero llegar. Este último trozo fue el peor, porque seguía habiendo muchas subidas, todas parecían la última pero ninguna lo era, y las piernas no daban más de sí, pero al final llegamos al último avituallamiento donde ya no quisimos comer nada, y tras muchos más repechos tomamos un camino pedregoso de fuertes bajadas que nos llevó a Herce, fin real del terreno en cuesta, allí unas muy guapas guardias civiles con traje de batalla y gafas de sol (cómo se lo sabían ellas), nos desviaron hacia la Vía Verde del Cidacos y empezó el tramo Verano Azul, una larga pista recta y horizontal, muchos árboles, el río sonando al lado todo el rato, todo Arnedo paseando allí con los cochecitos de los niños, nos miraban sonrientes y ajenos a nuestra paliza, los críos riéndose de nuestra pinta embarrada.

Y por fin entrada a meta muy espaciados, uno cada varios minutos, te ponían en cola, te quitaban el dorsal y milagrosamente te entregaban un bonito diploma con tu nombre, clasificación, tiempos, todos los datos impresos en unos segundos: mi puesto el 105 de unos 300, creo que es la primera vez que quedo en una prueba más cerca del primero que del último, 104 de los de mi sexo (me ganó una chica), y 4º de mi categoría (ejem, +50). En la zona de meta todo organizadísimo para la felicidad del ciclista: lavadero de bicis, duchas calientes, y una estupenda cena de pasta con atún y pollo asado con patatas, con cerveza a caño libre. Muchos regalos de material sorteado según dorsal, casi lo difícil era que no te tocara, pero nada nos tocó. Allí estaba Rafa relimpio y vestido tras su prueba corta, se animó a cenar de nuevo conmigo, y a trasegar más cerveza.

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Un rato después llegó Juan Manuel, y cerrando la carrera Nico acompañado de las asistencias mecánicas, los dos calados por un tremendo chaparrón de última hora en las afueras de Arnedo. Cenaron y se ducharon pero a la cerveza no llegaron, otros se la habían bebido. Así bien limpios y vestidos, bicis lavadas y bien comidos y bebidos emprendimos camino a Madrid, no se puede hacer más en tan poco tiempo.

Como resumen pues prueba durísima (aún me duelen las piernas), al menos en su versión larga, una perfecta organización y un equipo que no solo tiene entusiasmo, sino mucho conocimiento ciclista, y eso se nota: los avituallamientos equidistantes y en su sitio justo (arriba de los puertos, no abajo), bien surtidos y atendidos, un voluntario en cada cruce conflictivo, cientos de carteles indicadores plastificados y con códigos de color, y el detalle final del diploma a la medida, toda esa logística es muy difícil, hay que valorarlo. Y como siempre hacemos, resumen del retorno de la inversión: zapatillas de trekking, zapatillas de casa (las más bonitas), gran cena de dos platos con cervezota, un kit para pinchazos y automáticos, toda la fruta y la comida que puedas tomar (ricos los lazos de hojaldre) agua caliente sin restricciones, lavadero de bicis, todo por 30EUR... ¿hay quién de más?. Pues nada, el año que viene, a repetir...




GRACIAS
MADERAS SOLANA S.A.
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Vídeo presentación V XCO Internacional Ciudad de Arnedo.


Vídeo nuevo circuito "El Cañizo" Escuela BTT Sendero SR-4 de Arnedo para Juegos Deportivos de La Rioja.


Vídeo oficial II XCO Internacional Ciudad de Arnedo emitido por el canal Teledeporte de RTVE... Ver.

JJ.DD.
Juegos Deportivos de La Rioja 2019

Galerías de fotos de los Juegos Deportivos de La Rioja de BTT organizados por la Peña Ciclista Sendero:


Arnedo (06/04/2019)... Ver fotos.

Herce (05/05/2018)... Ver fotos.